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30 de octubre de 2011

Las calles de Madrid esconden una historia en cada farola.

Y se las cuentan por las noches a quien quiera escucharlas. Cuando cae el Sol le remplazan cientos de luces por las calles. Puertas a sitios oscuros se abren a los transeuntes y les invitan a entrar con una sonrisa y falsas promesas.
Perderme sin rumbo, esquina tras esquina, solo para encontrarme en el quicio de cada puerta, en cada ventana entreabierta, en el fondo de copas tiradas, en las caras cansadas. Cruzar calles familiares siempre nuevas, andar sin rumbo, sin tiempo y sin cabeza. Aburrido, eufórico, cansado, feliz o todo lo contrario.  Paseos, risas, besos, discusiones, carreras, metros, tardes al sol y noches de lluvia, conversaciones que se pierden en la madrugada, suelas desgastadas y cuerpos contentos. Son sus calles y mis pasos, sus historias y mis oídos, sus bares y mis palabras. Es Madrid, soy yo.