Las autoridades literarias advierten:

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22 de noviembre de 2011

Tierra mojada

Noviembre: cielos grises y canciones tranquilas. Los árboles se visten de dorado, los suelos se arropan con mantos verdes y, junto con las hojas, caen nuestros ánimos. Una cortina de agua tapa mi ventana y me cierra el paso a la calle, el mundo invita a quedarse en casa. Tiempo en casa, tiempo solo, tiempo para pensar. Pensar sobre lo que no hay que pensar, preocuparse, deprimirse, end up blue. Reflexionar, recapacitar, tomar conciencia de uno mismo. Y así todos los otoños, da igual, año tras año. Más susceptible, más irritable, pero a la vez ajeno a todo, ausente, calmado.

10 de noviembre de 2011

Tinta y otoño

Son las cinco de la mañana, una de esas horas que ya no sabes si es demasiado pronto o demasiado tarde. Me apetecía escribir, por hacer algo antes de desayunar (?), también podría haber salido a poner las calles pero me da bastante pereza. Es jodido esto de ponerse a escribir así porque sí, sin ningún propósito ni objetivo, así que es probable que este texto sea una mierda.

Se escribe mucho mejor cuando de verdad quieres contar algo, cuando lo necesitas, cuando te sacas algo de tu interior y lo estampas en un papel (o blog, en su defecto). Textos cargados de sentimientos, un torrente de palabras que se llevan toda la ira que llevas dentro o un goteo pasteloso que te hace ver tu enamoramiento. O mil cosas más. Pero se nota, tanto el que escribe como el que lee. Al primero porque le cuesta menos escribir, al segundo porque lo que lee tiene más interés. Un texto con sentimiento tiene más fuerza, transmite mucho más.

En esos momentos el que escribe lo hace porque lo necesita, (le) da igual que alguien lo vaya a leer o no, es una manera de desahogarse, de aclararse, como mirarse en el espejo, en un espejo del alma. Todo el mundo debería escribir, igual que hacer ejercicio. Es bueno, cómodo, sencillo. Es una manera de recordar pero también de ver, de soñar y de aprender.

Una mañana de otoño, un sendero de tinta.

5 de noviembre de 2011

Cuaderno de bitácora:


Sin novedad, el mar está tranquilo y tenemos viento constante. Suena bien, ¿no? una situación perfecta y tranquila, sin preocupaciones. Pero se ha vuelto aburrido. Los marineros holgazanean en cubierta sin nada que hacer. Al principio todo eran canciones, juegos y alegría en general. Ahora ya no, se han cansado de los juegos y las viejas canciones, quieren movimiento, tormenta, inseguridad, acción. No les apetece volver a puerto a gastarse la paga en prostitutas y alcohol, quieren dejar las aguas tranquilas, quieren emoción, ver cosas que nunca vieron, disfrutar lugares que nadie ha pisado antes, contemplar nuevas estrellas, probar sabores desconocidos. Prefieren jugarse la vida a verla hundirse en un vaso de ron. Quieren vivir en lugar de existir.

Vamos a abandonar estas aguas, nos dirigimos fuera de la tranquilidad, hacia el sueño ligero y la comida escasa. Donde da igual no saber si vivirás mañana porque vivir hoy habrá sido suficiente.