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4 de marzo de 2014

Lágrimas

1#
Lágrimas que caen por dentro y fuera de la ventana. No recuerdo si se oía algo aparte de la lluvia, pero no lo creo. Fueron lágrimas mudas. No tenía fuerza para gritar, ni siquiera para sollozar. Aquello no era un llorar, era un desmoronarse por dentro como un castillo de naipes. Sin ninguna resistencia, sin un solo ruido. Su interior estaba arrasado, no quedaba absolutamente nada. Tenía el aspecto de un cascarón vacío. La mirada encharcada, fija en el infinito. El gesto relajado, inmóvil durante horas. Igual que el resto de su cuerpo, tirado en una esquina. La espalda rígida apoyada en la pared, las piernas extendidas sobre el suelo y los brazos caídos hacia los lados. Lo único que aquel día permitía saber que no había muerto era el constante goteo de lágrimas que caía de su mejilla y el casi imperceptible ir y venir de su pecho al respirar. Parecía que toda luz hubiese abandonado su cuerpo por ese sendero plateado que eran sus lágrimas. Era vacío, la imagen de la más pura desolación. Algo murió aquel día. Jamás le volvieron a brillar los ojos ni a iluminársele la cara, tampoco volvió a reír. Una sombra gris se instalo en su rostro.

Aquel fue el día de su muerte, pero su cuerpo aún tardó años en darse cuenta y seguir el mismo camino que su espíritu. El dolor puede ser más afilado que cualquier cuchilla, la tristeza robar con más determinación que el mejor ladrón. Pero por aquel entonces eso no lo sabíamos y no supimos qué hacer. Apenas entendimos qué pasaba.

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2#
Fueron lágrimas amargas en la más completa soledad. La almohada terminó aquella noche convertida en esponja. Dolieron, aquellas lágrimas dolieron todas y cada una de ellas. Las sintió como si cada una fuese un pedazo de sí que le arrancaban. La manta tapaba pero escaso escudo era contra la razón de aquel llanto, poco poder tenía un trozo de tela aquella noche. Fluyeron entre sollozos durante largo tiempo, hasta que el cansancio tomó su cuerpo.

La mañana siguiente no fue mejor. Aún entre sueños atinó a salir de la cama rumbo a la cocina pero la consciencia le vino a medio camino y presa del llanto se dejó caer sobre el suelo del pasillo. No sería esto sino la constante durante muchos días. Incluso ahora, hay días que baja la guardia y los llantos vuelven a inundar la escalera de vecinos.

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