Qué noche más triste, hoy ni la Luna me acompaña. Pastillas para el dolor de cabeza y té hirviendo. Las historias de amor y los lamentos estúpidos se han quedado en la misma caja que la botella de vodka y los sueños rotos. Hoy tampoco es el día de las ilusiones, ni siquiera de las vagas esperanzas. El ruido de las olas brilla por su ausencia, apenas un leve rumor. Ni un coche, si acaso una voz a lo lejos. Es, repito, una noche triste, solitaria, abrumadoramente tranquila.
Mi gato, mi dolor de cabeza y yo nos despedimos.
Menorca, 26 de agosto, la una de la mañana.
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