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5 de mayo de 2015

Volando hasta el amanecer

Soñaba con un mundo en el que gritar no fuese delito y el amor no estuviese preso. Escapaba hacia sus sueños en largas bocanadas de humo, a escondidas de esos perros que muerden a los que quieren ser libres. No le quedan ya ganas para levantar utopías, curra de 8 a 8 entre semana. El reloj aplasta su vida y el sueño mata sus sueños.
Ya sólo le queda dibujar con cerveza y decorar con verdes flores realidades que nunca vivirá; olvidar entre latas vacías y risas sinceras que existen los lunes.

Se muere por escapar de vez en cuando a donde los duendes hacen malabares con fuego puestos de setas y las hadas bailan borrachas hasta caer al suelo; los magos hacen saltar a la gente con golpes de mano y sacan cerveza de debajo de la tierra. Un mar de colores es todo lo que se ve en el horizonte, con banderas pirata en barcos de tela.

Su particular país de Nunca Jamás, que desearía que fuese por siempre jamás, donde los indios bailan alrededor del fuego haciendo acrobacias y hay pipas de la paz para todos. Los piratas llevan siempre una botella bajo el brazo, una guitarra a la espalda y cantan canciones de amor hasta el amanecer. El polvo de hadas flota en el aire y los niños perdidos bailan con las caras pintadas hasta que les puede el sueño o el sol pega demasiado fuerte.
El país en el que la música nunca para y una sonrisa es el gesto más común.
El país en el que lo irreal es real y lo real, irreal.
El país en el que no se duerme porque los sueños se viven despierto.


Ya sabéis el camino, girad en la segunda estrella a la derecha, volando hasta el amanecer.