Estábamos tan calientes que nos echaron a patadas del Infierno. Éramos demasiado buenos para los santos del Cielo. Al final solo nos quedó la Tierra. Condenados a gastarnos los pies en este mundo. Pero nos dio igual, tú y yo hacíamos que el mundo se volviese infinito. Borramos el aburrimiento de nuestro vocabulario.
Mil mundos construimos solo para destruirlos instantes después. Levantamos un imperio de besos, palacios de risas y jardines de amistad. Nos perdimos en selvas de discusiones para terminar encontrándonos a nosotros mismos. Jugamos a todos los juegos, reinventamos las reglas. Nos sumergimos en el otro, lo exploramos a fondo. Nos volvimos uno, uno inmenso, sin fin. Desaparecieron todas las fronteras. Fuimos Dios y también el Demonio, fuimos el Ying y el Yang, fuimos todo y no fuimos nada. Conquistamos el Cielo y se nos rindió el Infierno.
Nada se resistió.
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