Caminantes de sendas irreales que pretenden perderse en la inmensidad de sí mismos. Distraídos, desaparecen entre vasos de vodka y ceniceros a rebosar. Se hunden en mares de gente, en las cuevas más oscuras donde la música ha suplantado al rumor de las olas. Partidos desde dentro, corren a abrazar las más diversas ocupaciones en un vano afán por curarse. Lo mismo arrancan notas de algún instrumento que se atrincheran tras un muro de libros, deambulan por pasillos de escaparates dejándose los ahorros o se quedan sin aliento a la caza de algún balón.
Llenos de energía, capaces de todo, se los hace marchar como ovejas. Leones, leones condenados a creer que son borregos y a soñar con ser leones. El día que dejen de soñar con ser y empiecen a ser cambiarán muchas cosas.
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