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9 de marzo de 2012

De la ciencia

Se considerará "ciencia" para la elaboración del presente texto a las tradicionalmente denominadas como ciencias puras o ciencias básicas, excluyendo así a las ciencias aplicadas, las ciencias sociales y cualquier otra. Característica fundamental de esta ciencia básica es que su fin es el ampliar el conocimiento humano sobre determinada materia, independientemente de que pueda tener aplicaciones prácticas o comerciales. Este tipo de investigaciones suele desarrollarse en universidades y no en empresas, ya que no produce ningún beneficio material inmediato.

Se persigue con ella saciar la curiosidad humana, averiguar el porqué de las cosas, para lo que se vale de un método propio. Ahora bien, el método, el cómo hacerlo, ha ido variando según avanzaba la historia, adaptándose a las nuevas mejoras técnicas que han permitido los nuevos descubrimientos. (No se discutirá aquí la validez ni los tipos de método). Condición necesaria para que un conocimiento sea científico es que sea universal y válido. Dado que la ciencia se caracteriza por su lógica interna, si un nuevo descubrimiento desarma esta lógica se intenta, primero, rebatir el nuevo conocimiento y si no fuese posible, se reelabora el esquema lógico cambiando en mayor o menor medida el paradigma vigente. Esa es la estructura de todas las revoluciones científicas. Aunque a veces se piense lo contrario, la ciencia no busca el conocimiento absoluto y es consciente de sus propias limitaciones, como ya expuso Kant con su distinción entre noúmeno y fenómeno, o más adelante Heisenberg con el principio de incertidumbre, estableciendo los límites de la física clásica (que no de la física).



La cuestión principal era, sin embargo, la separación entre hombre y ciencia, si se puede considerar la ciencia separada y al margen del ser humano. Mi respuesta es sí, en base a algo muy sencillo, la ciencia descubre, no inventa. Lejos de ser una vana distinción lingüística, esto implica mucho más de lo que parece. Implica la preexistencia del conocimiento antes de su descubrimiento y, por tanto, de la propia existencia humana, lo que hace el conocimiento científico ajeno al ser humano y a sus valores. Claro está que el qué se descubre o el dónde se busca, está guiado por la intención del científico pero eso no altera el descubrimiento en sí. Nace así un cuerpo teórico independiente, autosuficiente y aséptico a las creencias, valores y opiniones de los que lo forman.

En consecuencia, no se puede culpar a la ciencia del uso que se haga de los conocimientos que adquiere, así como no se puede culpar al minero del uso que se de al hierro que extrae ni al campesino de las bocas que alimente su trigo, nunca se acusó al minero del daño que hacen las espadas ni al campesino de la fuerza de un ejército pero si a la ciencia de las muertes de Hiroshima y Nagasaki. La ciencia es una fuente de conocimiento pero no es responsable de las plantas que crezcan regadas con sus aguas, es el jardinero el que elige qué cultivar. Es de cobardes atribuir a la ciencia los estragos de la humanidad cuando es la sociedad en su conjunto la responsable de la aplicación irreflexiva de los conocimientos científicos. Achacar al progreso científico ciertas cosas es una evasión de responsabilidades digna de un niño pequeño: "no, yo no lo rompí, fue la pelota." "no, nosotros no nos cargamos el medioambiente, fue el progreso."

Que el conocimiento científico esté libre de valores y juicios no significa que deba usarse sin límites, sino que nos obliga, precisamente, a elaborar nosotros el armazón moral que debe contenerlo. A decidir que hacer y que no. La ciencia nos enseña las posibilidades de la existencia, no lo que debe existir. El avance científico tiene que ir parejo al humano, hay cosas para las que puede que no estemos preparados todavía. Quizá deberíamos frenar el ritmo del progreso científico e invertir más en progreso y desarrollo humano. La Ciencia nos mostrará el camino al Edén pero también al Hades ¿sabremos cuál elegir?

“Pensamos demasiado, sentimos muy poco. Más que máquinas necesitamos humanidad. Más que inteligencia, tener bondad y dulzura. Sin estas cualidades la vida será violenta, se perderá todo.”
–Charles Chaplin en El Gran Dictador. (1940)

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