Aquel al que le desagrada la soledad es por que se desagrada a sí mismo. Todos debemos aprender a estar con nosotros mismos y no es de extrañar que, a veces, prefiramos nuestra propia compañía a la de otros. La soledad es el momento para el diálogo interior, para profundizar en nuestra identidad. Es en este territorio dónde el "yo" se expande, ajeno a otras miradas, un ego puro. No es un espejo de otros. Es necesario conocer a éste y no temer a la soledad.
Los fantasmas que la acompañan son problemas o preocupaciones que uno debe afrontar solo. Compartir la carga puede aliviarla pero no solucionarla, al igual que no vale de nada esconderse en el alcohol. Los fantasmas se acumulan y corroen si no se sienta uno de vez en cuando a hablar con ellos.
Todo el mundo necesita su propio espacio, un fortín ajeno al resto. El tamaño y lo inexpugnable de éste es algo que depende de cada cuál.
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