Había una vez una chica que quería un novio pera. Si si, como lo oís, una fruta por novio. Suena extraño pero tiene sus ventajas: te lo puedes llevar a todas partes, no se queja y nadie se enterará si lo metes en tu cama. Además, lo puedes girar cual peonza o, en caso de hambre extrema, puedes comértelo sin que te acusen de caníbal. Ahora bien, puestos a llevarlo por ahí un novio nuez sería más manejable, a la hora de meterlo en la cama hay otras frutas y vegetales que harían mejor servicio. Si lo que de verdad te gusta es que gire como una peonza, mucho mejor un novio coco, o un novio naranja. Y sin ninguna duda un novio melón alimenta más y es más dulce que un novio pera.
Entonces por qué pera y no cualquier otro, os preguntaréis. Sencillo, lo que hace especial a la pera no es una de esas cualidades en concreto, sino el poseerlas todas ellas en mayor o en menor medida. Sin ser la mejor en nada valía para todo, quizá por eso ella prefería su pera antes que las otras frutas.
La pera es cortesía de M, la metáfora mía y de las 4 de la mañana.
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