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11 de agosto de 2012

A la sombra de las gaviotas

Vestidos de sol y sal, tapados por el viento, se amaban dónde se aman la tierra y el mar. Ambos romances, uno eterno y el otro efímero, seguían su curso bajo la constante mirada de los astros. Ajenos a todo salvo a sus parejas, oscilaban entre el clímax y la calma como péndulos atemporales. Nada más necesitaban que la cercanía del otro para ser y seguir siendo. Solos no eran ni podían ser, no se concebía uno sin la existencia del otro, tal era u amor, su unión.

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