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17 de enero de 2012

Olor a sal

Entre copas de más y una nube de humo se escabulló mi alma. Esta vez si que me perdí. La dignidad aguantó un poco más, hizo falta más de una botella y alguna que otra sonrisa. La responsabilidad es de las que se acuesta pronto, igual que el sentido común, y no suelen acompañarme de noche. Pero ahí están luego, a primera hora de la mañana listas para echarme la bronca.

Como un barco sin brújula ni capitán. Varado o, en el mejor de los casos, dando vueltas sin rumbo. Queda al mando un segundo de abordo demasiado amigo de la botella como para hacer algo útil y una tripulación que no recuerda lo que era el viento. Y así, a la deriva, hasta que se hunda en una tormenta o algún otro barco tenga a bien salvarlo, seguirá este navío.

Menorca, algún día de Agosto

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