A los ingenieros militares constantemente asediados por el mar. A esos incansables guerreros que se baten a cuerpo gentil contra las olas y que sólo se retiran, resignados, tras reiterados gritos de sus superiores. Cazadores de peces con la mirada y expertos buscadores de conchas y piedras peculiares. Bucaneros se creen al desenterrar preciados e imaginarios tesoros de entre la arena. A sus ojos, esas velas que se otean en el horizonte bien pueden ser su soñada fragata o un temible corsario para el que mas vale tener listos los cañones.
A ellos, que se sueñan héroes, piratas, caballeros, pistoleros, aventureros. A ellos, que se sueñan libres y mientras sigan soñando serán más libres que nadie. A ellos, valientes, que han librado más batallas, abordado más barcos, vencido a más dragones, atracado más diligencias y descubierto más tesoros que nadie jamás. A ellos que en su inocencia son dueños del mundo.
Porque importa más lo que uno cree ser, lo que se siente, que lo que se es.
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