Mares de infinitas tonalidades de verde. Con olas cortas a merced del viento y mareas lentas como los años. Torres de madera rompen sus aguas y aquí y allá pueden encontrarse pequeños islotes. Ríos de arena surcan estos mares sin morir ni nacer en ningún lugar. Es por éstos por los que suelen preferir navegar los viajeros, aunque algunos se adentren en el mar para flotar tranquilos en algún rincón, a la sombra de las torres. Miríadas de criaturas pululan de arriba abajo por estos mares; que son en esencia vida.
Parecen estancados, quietos, inmóviles, ajenos e indiferentes a lo que pase a su alrededor. Pero no, simplemente son pacientes, viven en un tempo diferente. Y mientras todo lo que les rodea se mueve, cambia, muere, ellos crecen, se dejan llevar por los elementos en un cambio lento pero infinito.
Así son estos remansos de paz, refugio de almas solitarias –o solas, que no es lo mismo–, rincón de enamorados, pista de entrenamiento, deleite de niños, paraíso de canes y aves. Así son estos santuarios urbanos, pequeñas válvulas de escape al tedio, estrés y jaleo cotidianos. Esmeraldas discretas que iluminan sobrios trajes grises. Claros en espesas junglas de hormigón y asfalto. Puertos tranquilos en tormentas salvajes. Así son.
Así son los parques.
almas solitarias-- o solas, que no es lo mismo--
ResponderEliminarbrilliant!