Supongo que lo primero sería agradecerte tu constante e incondicional compañía, tu inquebrantable amistad. Con frío y con lluvia, a las cuatro de la mañana o nada más salir de la cama, siempre has estado ahí para echar una mano, para calentarme o para darme ese empujón cuando más falta me hace. Gracias por las noches en vela estudiando conmigo y por las tardes en las escaleras de la biblioteca. Gracias por aguantar mis escaladas de estrés la mañana de antes de un examen. Te debo más de un aprobado. Gracias por tus cálidos besos en los días de invierno. Gracias.
Pero no son todo momentos duros. Hemos dado muchos paseos por el centro y disfrutado de alguna que otra tarde en una cafetería. Hemos estado en Italia y en Portugal, en Londres y en Irlanda, incluso hemos cruzado el Atlántico hasta Seattle y Vancouver. A este paso, de aquí a no mucho habremos recorrido medio mundo. Hemos pasado noches en la cama con un buen libro, hemos visto infinidad de películas y series. Hasta las tantas nos hemos quedado escribiendo aquí o dibujando allá, has supervisado cada línea, cada trazo. Hay pocos que puedan presumir de una intimidad similar.
Que ya son muchos años y muchas horas juntos. Quizá empezamos demasiado pronto, quién sabe, pero desde luego que nos queda un largo camino.
Compañero eterno,
ResponderEliminarcompañero inmejorable