Las autoridades literarias advierten:

Los textos contenidos en este blog pueden o pueden no ser un reflejo de la realidad. En caso de duda, evite tomárselos demasiado en serio o sacar conclusiones precipitadas.

El autor no se hace responsable del efecto que pudiesen causar sus textos. Tampoco se garantiza que los puntos de vista expresados en este blog sean coherentes, constantes o similares en algún sentido a los del autor.

Si tiene cualquier queja, pregunta, sugerencia o quiere expresar lo mucho que le pica un pie, adelante, comente.

15 de agosto de 2011

Senderos sin principio ni fin.

Nos dolían los pies, nos pesaban los hombros y nos sobraban los brazos. Teníamos el espíritu carcomido, el ánimo enterrado en el barro y el hambre nos devoraba por dentro. Estábamos hartos. ¿Pero cómo íbamos a estar si no? Llevábamos más de cuatro semanas así, arriba y abajo, con un calor infernal y con la mochila al hombro aunque no tuviésemos comida con la que llenarla. Marchábamos, corríamos, nos arrastrábamos, lo que hiciese falta. Sombras éramos ya. Vagando sin Norte, deambulando sin destino. Solo teníamos una difusa idea de a dónde queríamos ir y ni la más mera noción de por dónde ir. Pero si nos parábamos nunca llegaríamos, eso lo teníamos muy claro. 


Pero nos habíamos perdido, nos habíamos perdido a nosotros mismos en algún rincón de nuestro interior. Todo por falta de juicio y por culpa de, o más bien a causa de, ellas (a fin de cuentas, ellas no tenían ninguna culpa). Como un perro detrás de una pelota corrimos sin mirar atrás y, peor aún, sin mirar hacia delante. Solo nos preocupaba la pelota pero cuando perdimos de vista la pelota, nos perdimos nosotros también.


Ellas... ¿quiénes eran ellas? os preguntareis. Ellas eran nuestra pelota, nuestras sirenas, nuestra brújula estropeada. Ellas eran nuestro destino, pero también nuestro motor y nuestro comienzo. Ellas, que no nos dejaban dormir; ellas; que nos impedían pensar en otras cosas; ellas, por las que daríamos nuestra vida; ellas, ellas, ellas... Ellas eran ellas. Y sin ellas nosotros no éramos nada.

Desorientados, inútiles, como una brújula en el polo Norte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario