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13 de enero de 2014

Los románticos

Hace un par de meses más o menos una tal E. me dijo que no entendía a los "Románticos dieciochescos de palabra y corazón" como yo. Y claro, uno cuando le toca en sus apuntes el Romanticismo se acuerda de estas cosas y se fija, a ver si va a ser verdad.

Los susodichos dieciochescos eran unos ególatras llenos de amor, de amor a la bebida; con un aire solipsista muy chungo, propensión al aislamiento, la exageración de sentimientos y con la maestría suficiente como para convertir todo eso en desgarradoras obras líricas que transformarán la literatura y la sociedad posteriores hasta límites que a veces cuesta creer.

Hay que reconocerles que hay que ser rematadamente bueno como para convertir la idea de beber hasta caer al suelo, la extrema soledad o del suicidio en atractivas y poéticas. Ni uno ni dos fueron los que se quitaron la vida, coherentes eran el menos. Precisión curiosa: aquí los ególatras eran los del pene, ellas por contra se centrarán en la racionalidad y en la preocupación por la familia y la comunidad. Por eso hay quien habla de dos ramas separadas dentro del Romanticismo. 

Hablemos de estos señores del Romanticismo, a ver si tienen algo que ver con los chicos dieciochescos que decía E..
Quizá habría que empezar por los caballeros alemanes del Sturm und Drang y su emotiva cruzada contra la racionalidad de la Ilustración pero sería muy aburrido. Dejémoslo en que revalorizaron la expresión de las vivencias personales más allá de la razón. Esto es, convertir la experiencia personal en literatura. El romántico, rozando una egolatría patológica, se considera único, superior, un genio incomprendido. Si a esto le sumas un sentimiento de impotencia y frustración provocado por el fracaso de la razón a la hora de explicar la realidad, se genera en el sujeto una inseguridad radical.

El "yo" constreñido por la realidad político-social y las vicisitudes amorosas estalla y se rebela. Rompen con la forma, los temas y las convenciones. Reinventan la poesía. Bien mediante una expresión incontrolada de sentimientos, intentando desahogar su frustración a golpes de pluma. Bien evadiéndose a lugares exóticos, lúgubres o la evasión extrema que es la muerte (como el señor Larra). Otros, ante este sentimiento de pérdida buscan cobijo en valores comunitarios compartidos para saciar su necesidad de pertenencia a algo, se recuperan relatos históricos y leyendas reforzándose del sentimiento de comunidad; tendencia que dará fuelle a los nacientes nacionalismos. 

Supongo que la menor propensión al culto del "yo" en el género femenino les permite empatizar más, formar lazos de comunidad y por ello no sentirse tan aisladas e incomprendidas. En consecuencia, sus temáticas son diferentes, mucho más cotidianas y domésticas.

Un último apunte sobre estos señores antes de pasar a los chicos. ¿Os suena esa joven enigmática, capaz de congelar un corazón o prenderle fuego solo con una mirada? (Por una mirada, un mundo...)¿Esa chica apoyada en la pared, con un cigarro a medio consumir en la mano, la melena despeinada y una sonrisa que podría derribar montañas y secar mares? (Por una sonrisa, un cielo...) Sé que os suena esa chica dura con cierto aire de inocencia, mitad santa mitad puta. La habéis visto en mil películas, novelas y poemas. No tiene nombre o, mejor dicho, tiene cientos. ¿De dónde creíais que había salido una belleza deslumbrante al tiempo que inteligente y nada inocente? Del Romanticismo, por supuesto. Como tantas otras cosas.


Y ahora... bueno, tenemos una crisis política y de valores similar a la de finales del XVIII. Hemos perdido los referentes de la modernidad y no sabemos a qué agarrarnos. Expectativas ahogadas, conflictos con la definición del "yo", aumento de la debilidad de los lazos interpersonales, sensación de soledad e incomprensión y consecuente deseo de evasión que se materializa en abuso de alcohol y otras drogas y pasión por viajar; además del auge de los nacionalismos. No somos ningunos genios, el Romanticismo ya estaba inventado. Simplemente y en buena lógica, hemos imitado lo que hicieron aquellos que vivieron algo similar. Les copiamos los temas, las ideas y los modelos. No tanto las formas, ya no se llevan los sonetos sino los tuits y reblogear fotos con frases profundas; pero las ideas, la imágenes son las mismas. Nos agarramos a los que podemos, e inevitablemente en muchos casos eso significa a ellas.
¿Nos convierte eso en unos dieciochescos? Quizá. Somos producto de nuestro tiempo, como lo fueron ellos.
¿Tú qué opinas E.? ¿No somos todos unos románticos?

3 comentarios:

  1. Más vale tarde que nunca... ¿Qué quieres que te diga?

    Yo a los románticos dieciochescos les veo un fallo, de esos garrafales, que es el que siempre me ha hecho desconfiar: Están más enamorados del amor que de la persona a la que dicen amar. El amor. El jodido, injusto, y rejodido amor. Lo escribiste hace poco. Es inefable. Palabra paradójica donde las haya, por cierto. Tanto como el propio concepto. El amor romántico, claro está, no el amor en el sentido amplio. Cuando los románticos hablan de amor, hablan siempre de un amor truncado, imposible, sufrido.. casi más visceral que sentimental. Porque arranca las entrañas. Pero en el fondo es la transmutación del "nosotros" que podría haber sido en el "yo" negro y cabizbajo que llena las hojas de sangre y tinta. Claro que es una cuestión del "yo". Se empeñen cuanto quieran los colectivistas, el ser humano vive en su cabeza (no voy a entrar en mierdas postmodernas). También productos de nuestro tiempo, sí. Pero excusarte en eso es evadir tu libertad. No te olvides de que Dios sigue muerto...


    PD. Y querido, ególatras ellos, claro que sí. A ellas ni siquiera se les concede historia. ¿La chica enigmática? Por supuesto. Porque se vive desde el otro lado. Está construida para ser vista y no para ver. ¿Que no se siente tan incomprendida? ¿Que forma lazos de comunidad? Joder, igual tienes razón y las inocentes no son precisamente las muchachas...

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    1. Lo están, por supuesto que están enamorados del amar. La amada no existe por sí misma, es siempre en relación al "yo" del poeta, un espejo que agranda su imagen como decía Woolf. Desprovistas de personalidad, convertidas en un ideal. Son una excusa para su arte, es el estado emocional de "enamorado" lo importante.Y si no es correspondido, mejor, tú lo has dicho: más visceral, dolor, sufrimiento, emociones más profundas, más inspiración, más hojas de sangre y tinta.
      Ni siquiera es original de los románticos lo de reificar a las mujeres, viene de la tradición del amor cortés medieval. Idolatrar a la mujer de turno hasta el punto de convertirla en una cáscara vacía de contenido; porque el estar enamorado dignifica al que ama, al margen del que es amado. Vergonzoso, ¿no? Cuánto más hacia el otro parece que va, resulta ser el "yo" una y otra vez, hablándose a sí mismo. Como Dios, en el fondo, alguien en nombre de quien se dice y se hace pero cuya opinión jamás ha contado.

      Quizá era por eso de los lazos de comunidad y la falta de culto al "yo" lo de la temática doméstica de las poetisas. O no, y quizá era por la constricción de las convenciones, la moral de su tiempo y el peso del juicio de su entorno lo que las hacía escribir sobre, por ejemplo, la colada. Pero eso sería excusarlas e ignorar su libertad, ¿no? O meterse en un debate sobre los factores de la construcción del "yo" y las esferas de la libertad individual. Al fin y al cabo, qué se yo, nada.

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    2. Y gracias por contestar, E.

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