Los textos contenidos en este blog pueden o pueden no ser un reflejo de la realidad. En caso de duda, evite tomárselos demasiado en serio o sacar conclusiones precipitadas.
El autor no se hace responsable del efecto que pudiesen causar sus textos. Tampoco se garantiza que los puntos de vista expresados en este blog sean coherentes, constantes o similares en algún sentido a los del autor.
Si tiene cualquier queja, pregunta, sugerencia o quiere expresar lo mucho que le pica un pie, adelante, comente.
24 de noviembre de 2014
La rutina de romper la rutina.
Luego viene el ¿qué hice yo anoche y por qué me duele tanto la cabeza?, seguido de esa inevitable madrugada del domingo, cuando empiezas a hacer eso que tienes que entregar en seis horas, y el yo este finde quería descansar y al final no has dormido una mierda. Por fin te acuestas, ni te atreves a mirar el reloj, no vaya a ser que sea ya hora de levantarse. Lo siguiente es el estruendo del despertador, el acordarse de la madre del que inventó los lunes y los párpados pegados con superglue. La hostia, qué sueño. Café. Café cargado, negro como el aceite de motor. Café de esos que podría revivir a un muerto o darle un paro cardiaco a un vivo pero que a ti te hace poco o nada.
Ya sea por intervención divina o sobredósis de cafeína, en cierto momento arrancas. Arrancas y empiezas el ir y venir. Ese ir y venir que irremediablemente te lleva, sin saber muy bien cómo, a tener de nuevo un cigarro en una mano, una cerveza en la otra, cinco días a tu espalda y un fin de semana por delante.
21 de octubre de 2014
Quizás
Quizás, tras cruzar la vista, nuestros ojos vuelvan a encontrarse y decidan quedarse.
Quizás, tras unas palabras tímidas y algún ademán torpe, terminemos quedando a tomar un café.
Qué se yo, quizás todo marche bien y quedemos una segunda vez. No a tomar café, sino a tomar unas cervezas.
Y quizás, sólo quizás, haya una tercera y una cuarta. Tantas que perdamos la cuenta.
Quizás, fruto de un cruce de miradas pueda surgir una bonita historia y muchos recuerdos.
Pero quizás, sólo quizás.
Porque ¿sabes? Para que se dé ese cruce de miradas, deberías levantar la vista del puto móvil.
9 de septiembre de 2014
¿Un café?
Compartimos
Compartimos. Somos animales sociales y tenemos una tendencia irrefrenable a compartir las vivencias personales con el resto. A buscar su aprobación y simpatía. Para bien o para mal, nos relacionamos con el entorno a través de constructos sociales. Vivimos por y para los demás, aunque la mayor parte del tiempo no seamos conscientes de ello. Le hemos puesto nombre a nuestras emociones y sentimientos, pero en el momento en el que lo hacemos dejan de ser nuestras y pasan a querer amoldarse a un concepto abstracto. Los nombres limitan y dan forma a la realidad, deja de ser la cosa y pasa a ser la idea. Por eso inconscientemente no nos terminan de convencer las etiquetas, sabemos que algo falla. Por eso muchas parejas no quieren "darle nombre a lo suyo", porque es suyo y de nadie más. Porque nombrar es controlar, es poder. Pero por mucho que nos pueda molestar, nada es real hasta que tiene un nombre.
Nada es real si no es compartido.
Y eso lo sabemos todos.
Happiness is only real when shared.
Banderas
A los que les duela la patria por mis palabras, mis más sinceras disculpas. Al resto, perdón por aburriros con política, pero estoy un poco cabreado.
Recuerdo una pegatina, hace años, que rezaba: "un patriota, un idiota", con una bota pisando la bandera nacional y varias autonómicas. Siempre me ha parecido una verdad bastante contundente. No hay nada más estúpido que enorgullecerse de gestas ajenas como propias. De la Transición para acá, la izquierda ha apadrinado las causas nacionalistas de los variados independentismos de este país.
Que sí, que es muy romántico la defensa de "los pueblos oprimidos" y que era un mercado electoral muy jugoso. Pero tomar la causa de las elites de la alta burguesía regional, que siempre han buscado mayor autonomía fiscal (ergo política), politizarla como opresión al pueblo catalán/vasco/valenciano/gallego/castellano/etc. por una intangible "España", vendérsela a la masa y utilizarla como músculo político para la izquierda está muy feo.
Que a ver qué coño pinta la izquierda, internacionalista ella en su mayor parte y defensora de clases, no de banderas, apadrinando a nacionalistas varios. Que no tiene ni pizca de coherencia que nos salga urticaria cuando vemos la bandera nacional y vitoreemos como si nada las autonómicas y la republicana (sí, la tricolor es tan nacionalista como la que más, que se os olvida).
En fin, que será mi vena anarquista, pero me cabrea la gente con banderas, salvo que sean blancas o negras.
Me cabrea la prostitución ideológica de la izquierda, últimamente más perdida que Colón, que parece que no tiene muy claro qué o a quién defender.
Me cabrea que, ahora, nacionalismo/independentismo se asocie a izquierda.
Y me cabrea que no os cabree.
Hala, con Dios.
29 de agosto de 2014
Luna
"Luna" no es, claro está, su nombre, sino más bien una suerte de título o de apodo. Podéis llamarla Ella, aunque yo muchas veces la llame Tú.
Es francamente difícil de describir, le gusta cambiar de look con frecuencia. Hay temporadas que es rubia, otras morena. A veces castaña y también tuvo su época pelirroja. Ha llevado melena larguísima, pero también el pelo muy corto; liso, ondulado o rizado, según el día. Le dio por raparse media cabeza y después por hacerse rastas. Lucía algún que otro tatuaje y más de un piercing, no todos para los ojos de todo el mundo. La ropa, la de siempre, los vaqueros de conquistar el mundo y las zapatillas de dejar huella en corazones ajenos.A veces arreglada pero nunca pretenciosa.
Podría hablar de sus ojos o de su sonrisa, de la forma que tenía de besar o de cómo me atrapaban sus sábanas, pero sobre eso ya habéis leído suficiente.
Siempre ha sido una amante de la literatura, incluso a veces escribe (poesía, relatos... según le dé) y salvo prontos esporádicos, escucha buena música. Prácticamente nunca dirá que no a una cerveza y no dudará en sentarse de mala manera en el suelo de alguna plaza, una de esas que tantas veces nos han visto borrachos. Por esas mismas, nos suele pillar el sol con una Mahou en la mano y, a veces, un beso en los labios.
Madrid nos ha visto reír, soñar y tiritar, incluso bailar. Nos ha visto besarnos en portales, rodar por parques y morirnos de ganas en sus esquinas. Nosotros la hemos visto llorar y atardecer, la hemos visto cuando se pone coqueta y se viste con uno de esos cielos de colores; la hemos visto en sus días tristes y grises.
El lenguaje es algo curioso. Me permite hablar de ti, que nunca exististe, y de nosotros, que nunca fuimos. Puedo inventarte y escribirte. A ti, a un 'tú' que no es nadie, que sólo existe en el papel. Y vosotros, lectores, podéis creerlo como si "ella" fuese real, como si tuviese nombre y cuerpo, incluso voz propia. Podéis imaginarla como si fuese una, como si no fuesen muchos nombres, muchos cuerpos, muchas voces; todo superpuesto y entremezclado bajo la etiqueta de "tú" o "ella". Mi Luna, mis lunas.
Y mis disculpas si a veces habéis entendido lo que no teníais que entender o imaginado más allá de dónde deberíais. Gajes de la literatura y de fiarse de alguien que juega con las palabras.
Las palabras, como siempre, hacen magia. Pero nunca la suficiente: tú sigues demasiado cerca como para olvidarte y demasiado lejos como para quedarte. Y yo sigo aquí, escribiendo(te).
21 de agosto de 2014
Escribamos algo nuevo
No sé vosotros, pero yo estoy hasta las narices de leer siempre sobre lo mismo. Alcohol, nicotina, corazones pisoteados y gesto serio. Harto. Todo visto a través de un cristal translúcido de tanto usarlo que le da un tono oscuro, como el fundido final de una de esas películas en blanco y negro. Cansado de intuir el hilo de todo el texto en el tercer adjetivo. Empezar cada línea esperando un juego de palabras original o una metáfora poco gastada, para terminarlas con una decepción.
Aún aguardo con ingenuidad un giro brusco de la línea general, un cambio de tono a media página, un tema poco prostituido. No sé, algo. Mi horizonte de expectativas es —creo— bastante modesto. No pido tanto, ¿no? Saliros de los tópicos, copón, que es gratis. Dad un paso fuera de los ceniceros llenos y las botellas vacías, del vaso firmado con carmín y de aquella sonrisa. Olvidaos de una puta vez de su mirada y de aquella manera que tenía de beber cerveza. Salid de esas sábanas tan frías y quitaos su ausencia de encima, que fuera hace sol.
Últimamente parece que no se puede escribir sin hablar de polvos de una noche y amores de una vida. De la botella de Jack y la bolsa de María. De habitaciones iluminadas por la escasa luz que se cuela entre las persianas y por relámpagos de pasión. Es abrumador, no llevo leyendo ni tres líneas y ya está la escena llena de humo. No creo que acabe el párrafo sin calarme hasta los huesos en una tormenta emocional. Con un poco de suerte se puede llegar hasta las medias rotas y los tacones apoyados en la acera sin resbalarse con las lágrimas tintadas de rímel. Probablemente para acabar el texto tenga que hacer acrobacias para vadear tanta entropía y tanto caos. Eso si no me corto con la alfombra de cristales rotos, porque con este humo uno no ve dónde pisa. Gracias a dios, detrás de alguna coma habrá unas cuántas cervezas esperando. Con un poco de suerte incluso habrá un puñado de risas.
Que todos estamos jodidos, que sí. Que a todos nos duele el corazón, también. Que empatizamos al primer desamor y nos ganan en la segunda calada. Pues sí, somos así. Pero escribid algo nuevo.
Igual es cosa mía, eh, que me rodeo de melancólicos y poetisas. Igual es cosa mía, que tengo demasiado trillada la "poesía moderna" y termino leyendo siempre a los mismos. Igual es cosa mía, que la lírica me aburre. No sé, quizá por eso siempre he preferido las historias. A mí se me gana con relatos, no con versos.
Lo dicho, harto.
Hablo para vosotros, pero también para mí. Que aquí monotemático soy yo como el que más.
A ver si escribimos algo nuevo, ¿no?
10 de agosto de 2014
Un sueño
¿Y el resto qué?
¿Qué pasa con los que no tienen metas ni objetivos concretos? Los que no tienen nada por lo que sacrificarse y dejaron de creer en todo. Sin vocación, sin fe, sin rumbo. Balas perdidas. Rifles que no saben a dónde apuntar. Sin un sueño, pero con muchos sueños. Los que se niegan a seguir una línea recta y prefieren perderse por los caminos. No es que no sepan a dónde quieren ir, es que no quieren llegar a ninguna parte. Llegar significa terminar, significa parar. Llegar significa un final. No quieren un final porque saben que lo que vale la pena es el camino, no la meta.
¿Qué hacemos con los que simplemente quieren vivir? Los que no van a llegar lejos porque no van a andar en línea recta. Los que no van a llegar lejos pero van a recorrer muchos más caminos.
¿Qué hacemos con los que no quieren llegar lejos? No quieren porque "lejos" es la meta de otros. "Lejos" es algo que no les dice nada. Una cruz en el mapa bajo la que no hay ningún tesoro para ellos.
Los aplastamos. Eso hacemos con ellos. Los miramos mal, los marginamos, los comparamos con "lo correcto". A los que se salen del camino marcado, a los que se paran a contemplar las flores, a escuchar a los pájaros. La sociedad castiga al que se sale de sus esquemas, al que no se traga el brillante futuro que nos vende, al que sabe que un taco de títulos no dice nada de uno mismo. La sociedad, como si de un perro pastor se tratase, ladra y muerde a las ovejas que no siguen al rebaño.
¿Os cuento mi sueño? Que "la gente" y "la sociedad" me dejen vivir en paz.
4 de agosto de 2014
Nada
Creí que no lo serías.
Creí que te quedarías en el capítulo anterior,
en una página perdida muchos meses atrás.
Pero no.
El libro quedó abierto por tu página,
apartado en una esquina de la mesa.
Han ido y venido otros libros,
otras páginas.
Meros panfletos a tu lado.
Ahí seguías tú, estando sin estar.
Ahí seguía yo, haciendo como que no estabas.
Ahí seguía yo, pasando páginas;
páginas de libros que nunca me interesó leer.
No sé si quiero leerte
o cerrarte definitivamente.
No lo sé.
Solo hay una cosa que tengo clara:
Nada puede tener futuro teniéndote presente.
2 de agosto de 2014
En nada creemos
Nos hemos deshecho de toda tabla a la que algún día nos agarramos para no ahogarnos en nuestro viaje por la realidad. Y ahora solo pataleamos desorientados intentando no hundirnos.
Nos queda agarrarnos a lo único tangible que nos rodea: el ahora. Aferrarnos al presente es quizá lo único que nos salva un poco. No mirar hacia atrás, no mirar hacia adelante. Permanecer en este preciso instante, exprimirlo, aprovecharlo, disfrutarlo y, en definitiva, vivirlo. Quizá estemos más cerca del carpe diem que nunca.
1 de agosto de 2014
Podría...
Podría hablaros de esa maraña de sentimientos que nos da pereza desenredar. De ese amor que viene y va. De esos cambios de humor. De ese no dormir hoy porque la cabeza no nos deja en paz y de ese dar vueltas en la cama mañana porque el corazón está gilipollas. De ellos y de ellas. Podría hablaros de eso, pero nada nuevo os puedo contar.
Podría hablaros de cosas alegres también. De risas alrededor de hogueras. De noches inolvidables y fiestas históricas. De conciertos improvisados con la cerveza como única musa. De viajes increíbles y amigos más increíbles aún. De salir 'a tomar algo' y volver por la mañana. De no dormir y no comer, porque ¿para qué?, pasarlo bien es mucho más importante. Podría hablaros de eso, pero no quiero aburriros.
Podría hablaros de sus sábanas. De esa manera que tiene de mirar, de suspirar, de gemir. De mil historias, cigarros, paseos y polvos. De presentes radiantes y futuros imposibles. De sueños hechos realidad y de sueños hechos pedazos. De esa canción que... ya sabéis. De ese hablar mediante caricias. De besos furtivos en un portal. Podría hablaros de eso, pero ¿qué os voy a contar que no hayáis echado de menos ya?
Podría hablaros de muchas cosas, pero nada que no hayáis oído, visto, vivido, probado, sufrido, temido, disfrutado... Podría hablaros de muchas cosas, pero no quiero abusar de vuestra paciencia.
21 de julio de 2014
Tengo una teoría
27 de junio de 2014
Quam minimum credula postero
Eran una generación con las cosas claras, tan claras como esa oscuridad en la que se refugiaban de las farolas. Habían nacido en la cultura del ahora, por supuesto que no tenían planes de futuro. Nada más allá del próximo festival o el próximo viaje, con el que huir sin saber muy bien de qué ni de quién.
Saturados de hipsterías y bohemiadas varias. Que si no has leído a tal o escuchado a cual no cuentas, que si no has cenado allá, desayunado acá o sentido el mordisco de la helada soledad una noche de otoño mientras contemplabas como el humo de tus pensamientos se fundía en la oscuridad iluminado por la pálida luz de la luna no eres nadie.
Que si Neruda, Salinas, Murakami, Pizarnik, Bukowski y una botella de absenta medio vacía. Que si Hesse, Kerouac, Palahniuk, Benedetti (joder con el puto Benedetti), un cenicero a rebosar y quizá algo de Sartre. Procura pasear libros con esos rótulos lo suficiente y citarlos con regularidad en tus múltiples redes sociales.
No tienes ninguna gracia si no tocas la guitarra o la armónica. O dibujas acojonantemente bien o escribes –preferiblemente poesía(?), de verso corto e irregular y juego de palabras profundo– o una foto tuya ha ganado algún premio. En realidad, preferiblemente todo lo anterior. Sazonado de algún viaje que te haya cambiado la vida, mejor si es a un sitio exótico muy colorido.
Eran una generación jodida, en todas sus acepciones. Y eso no los hacía especiales, por mucho que pensasen lo contrario. No eran muy diferentes de sus mayores ni lo serán de los que vengan detrás. Tu madre también ha estado emporrada en un concierto de su grupo favorito, tu profesor ha vivido en una okupa. El del kiosco también soñaba con viajar hasta la India haciendo autostop y la de la taquilla de Alsa recuerda todos los festivales que tiene a su espalda cuando te ve con la quechua y el macuto. El del bus te saca muchas horas de comer altavoz y la señora que da de comer a las palomas también se enamoró hasta perder la razón. También escucharon música hasta altas horas de la madrugada entre bebidas alcohólicas y cannabinoides. En esas calles ellos también corrieron con las porras detrás. Amanecieron en esos bancos, bebieron en esos parques, follaron en aquellos rincones, cantaron borrachos en estas plazas y se desplomaron en esas esquinas. Incluso bailaron en los mismos locales o, al menos, en unos igual de cutres.
Pero no hay nada malo en sentirse único y especial. Es característica intrínseca a la juventud el pensarse los primeros. Quizá es lo que le da cierta emoción, ir a lo inexplorado, innovar. Sabemos que no, pero lo obviamos discretamente. Como muchas otras cosas. Si no nadie se dejaría la piel intentando hacer de este mundo un lugar un poco mejor. No para el futuro, no. Un mundo mejor para ti, para mi, ahora. Empezamos cosas que van a fracasar, porque empezarlas es ahora y esos significa vivirlas ahora. El fracasar ya llegará, a tiempo para empezar algo nuevo. Inmersos en nuestra nube de cerveza, apariencias, letras y acordes, caminamos día a día sin que nos estorbe demasiado. Nada importa mucho. Que la ola que surge del último suspiro de un segundo, nos transporte mecidos hasta el siguiente.
Hemos comprado un carpe diem, uno sano e inconsciente. Veremos si es una buena inversión.
Mientras tanto, quam minimum credula postero.
2 de junio de 2014
Pero nos quedamos
en una esperanza
en lugar de en una realidad.
En un subjuntivo
en lugar de en un presente.
aquel futuro de ilusiones
en un presente de risas.
Perdimos nuestro plural
en dos tristes singulares.
Y ahora sólo somos dos primeras personas
que ya no tienen con quien conjugarse.
8 de mayo de 2014
Un cigarro y un pincel
Tal era la escena que el pobre pintor trataba de fijar en aquel condenado lienzo, en un desesperado intento por sacársela de la cabeza. Ingenuo de él, creía que pintando todos y cada uno de esos recuerdos, quedarían encerrados en una cárcel de óleo para no volver a atormentarle jamás.
Por desgracia para él, la cantidad de pintura en los lienzos casi igualaba a las lágrimas derramadas pintándolos. Los recuerdos se amontonaban por los rincones en pilas de alegrías infinitas condenadas a tempo pretérito. A cada cuadro más viva la escena, más real la imagen, más honda la pena, más amargas las lágrimas.
4 de marzo de 2014
Lágrimas
Lágrimas que caen por dentro y fuera de la ventana. No recuerdo si se oía algo aparte de la lluvia, pero no lo creo. Fueron lágrimas mudas. No tenía fuerza para gritar, ni siquiera para sollozar. Aquello no era un llorar, era un desmoronarse por dentro como un castillo de naipes. Sin ninguna resistencia, sin un solo ruido. Su interior estaba arrasado, no quedaba absolutamente nada. Tenía el aspecto de un cascarón vacío. La mirada encharcada, fija en el infinito. El gesto relajado, inmóvil durante horas. Igual que el resto de su cuerpo, tirado en una esquina. La espalda rígida apoyada en la pared, las piernas extendidas sobre el suelo y los brazos caídos hacia los lados. Lo único que aquel día permitía saber que no había muerto era el constante goteo de lágrimas que caía de su mejilla y el casi imperceptible ir y venir de su pecho al respirar. Parecía que toda luz hubiese abandonado su cuerpo por ese sendero plateado que eran sus lágrimas. Era vacío, la imagen de la más pura desolación. Algo murió aquel día. Jamás le volvieron a brillar los ojos ni a iluminársele la cara, tampoco volvió a reír. Una sombra gris se instalo en su rostro.
Aquel fue el día de su muerte, pero su cuerpo aún tardó años en darse cuenta y seguir el mismo camino que su espíritu. El dolor puede ser más afilado que cualquier cuchilla, la tristeza robar con más determinación que el mejor ladrón. Pero por aquel entonces eso no lo sabíamos y no supimos qué hacer. Apenas entendimos qué pasaba.
Fueron lágrimas amargas en la más completa soledad. La almohada terminó aquella noche convertida en esponja. Dolieron, aquellas lágrimas dolieron todas y cada una de ellas. Las sintió como si cada una fuese un pedazo de sí que le arrancaban. La manta tapaba pero escaso escudo era contra la razón de aquel llanto, poco poder tenía un trozo de tela aquella noche. Fluyeron entre sollozos durante largo tiempo, hasta que el cansancio tomó su cuerpo.
La mañana siguiente no fue mejor. Aún entre sueños atinó a salir de la cama rumbo a la cocina pero la consciencia le vino a medio camino y presa del llanto se dejó caer sobre el suelo del pasillo. No sería esto sino la constante durante muchos días. Incluso ahora, hay días que baja la guardia y los llantos vuelven a inundar la escalera de vecinos.
26 de febrero de 2014
Inviernos
Siempre me han gustado las mañanas de invierno, con esa luz tenue pero cálida que se cuela tímidamente por las ventanas. Nada que ver con el sol de verano, que a veces puede resultar hasta agresivo, el sol de invierno es como si pidiese permiso para entrar, como si no quisiese molestar, simplemente hacer un poco de compañía. Me gustan esas mañanas, con un café caliente y música tranquila, mañanas de sentarse en el suelo y pensar sobre el devenir del universo mientras acaricias a tu gato. Mañanas en las que el tiempo parece no pasar.
Luego están esas tardes de invierno en las que una tupida cortina de lluvia tapa las ventanas y un jersey gordo los brazos. Tardes que toca pasar entre apuntes, sí, pero que tienen sus pequeñas alegrías. Animan a ponerse a cubierto y echar el rato a cervezas, a solucionar el mundo sentados en el suelo armados solo con cigarros.
Y luego están las noches de invierno. Que sí, que el frío muerde fuerte, pero tampoco es un problema si sabes con quien espantarlo. Son noches mucho más tranquilas que las de verano, con calles vacías y bares a media capacidad, noches más íntimas en cierto sentido. Tienen su aire particular.
Los inviernos para mí siempre han sido largos y tranquilos, contrapunto de otoños movidos y preludio del ir y venir de la primavera. Este no me ha parecido ni tan largo ni tan tranquilo. Quizá es esa sensación de que el tiempo se escurre entre los dedos a un paso que cada vez se me antoja más rápido. Los días pasan a la carrera sin casi detenerse, uno tras otro como coches por una autopista. Quizá le esté cogiendo pánico al paso del tiempo, a la incapacidad de hacer que todo vaya más despacio, a la imposibilidad de prolongar en ciertos instantes. Todo viene y va demasiado rápido. Este invierno también. Se soltó la cadena que ataba el reloj a las horas...
La gente...
20 de febrero de 2014
1 de febrero de 2014
Estatuas
Y solo queda correr y huir lejos, hasta que amaine la tormenta. Pero no se puede correr lejos de uno mismo...
29 de enero de 2014
Increíblemente lejos, cerca de aquí
Por supuesto, hablo de perderme en tu cuerpo.
Por supuesto, hablo de jugar juntos.